Noviembre 28, del 2020.
¿Cómo te fue esta semana?
Frase del día
“A menudo hay que recordar al espíritu que ame las cosas tal como si fueran a desaparecer, mejor dicho, como ya desapareciendo.”
- Séneca
Retomando el tema de la pérdida que hablamos el lunes pasado quisiera contarte una pequeña historia.
Hacia el año 334 a. C nació en Chipre -Mediterráneo Oriental- el hijo de un rico mercader. De su padre aprendió a ser un exitoso negociador y comerciante, por lo que a muy temprana edad ya había hecho una gran fortuna. Para cuando su padre murió, ya era un comerciante muy exitoso y viajaba mucho a distintos lugares en busca de nuevas mercancías.
Un día se encontraba navegando cerca de Atenas, cuando su nave naufragó. De un instante a otro perdío su dinero, sus mercancias, y a muchos de sus hombres. Perdió todo lo que tenía.
Profundamente abrumado, caminó a través de las calles atenienses hasta encontrarse con una biblioteca. Ahí dentro, llegó a sus manos un tomo de los famosos Diálogos de Platón. Al leerlo, quedó hondamente impresionado por la vida y el pensamiento de Sócrates.
A partir de ese momento, se dedicó a estudiar filosofía por el resto de su vida. En un primer momento se acercó a estudiar con los filósofos más importantes de la ciudad, pero poco después él comenzó a predicar su propia filosofía en el pórtico del ágora de Atenas.
Perder para ganar.
Ese personaje del que estoy hablando, se llamó Zenón de Citio. Probablemente el fundador de una de las escuelas filosóficas más importantes e influyentes de la historia de la humanidad: el Estoicismo.
No es casualidad que el estoicismo de Zenón de Citio se sotenga en 4 virtudes cardinales:
Sabiduría
Templanza
Justicia
Coraje
Y digo que no es casualidad porque las circunstacias a las que se enfrentó lo llevaron a pensar de esta manera. Regresémonos un poco en la historia.
Zenón pasó de tenerlo todo, a quedarse con las manos completamente vacías.
El Estoicismo es una escuela filosófica más profunda de lo que parece. A sufrido innumerables transformaciones y a tenido distintos representantes conforme a sus etapas más importantes. Pero si pudiéramos quedarnos con un solo aprendizaje que resumiera la esencia del estoicismo, sería:
No podemos controlar lo que nos rodea, pero sí podemos controlar la manera en como nos acercamos a las cosas.
Zenón se dio cuenta que la vida, y todo lo que viene con ella -los bienes materiales, nuestros amigos, la familia e incluso nuestra propia existencia- son fugaces. No son más que instantes que pueden esfumarse de un día a otro. Y que de hecho lo harán.
¿Qué hacer ante la fugacidad de la vida?
¿Qué hacer ante el absoluto y desconocido devenir? Tal como lo enseña el estoicismo, la libertad está en aceptar esta fugacidad y no ir en contra de ella. No se trata de que la realidad nos quite cosas y esto sea injusto. La realidad no puede ser injusta, la realidad simplemente es.
El enfoque entonces, tendrá que ser el cómo nosotros manejamos nuestra mente y nuestros pensamientos ante esa realidad. Si nos percibimos como carentes, entonces seremos carentes. Si nos percibimos como abundantes, entonces seremos abundantes. Si nos percebimos como infelices, entonces también lo seremos.
Irónicamente, si le preguntas a cualquier persona si le gustaría ser esclavo de la realidad, muy probablemente te dirá que no. Y gran parte de las personas responderían lo mismo.
Sin embargo muchas eligen vivir así, como esclavos de la realidad.
Zenón lo perdió todo, pero probablemente ganó mucho más después de que se encontró cara a cara con el vacío y decidiera soltar su pasado que ahora sólo se reducía a un recuerdo doloroso.
Pon tus manos frente a tí. Obsérvalas. Es cierto que están vacías, pero observa con detenimiento: no todo vacío significa carencia. También significa ligereza.
Y si lo pensamos a detalle y profundidad, en todo vacío hay un horizonte de posibilidad infinito. Y esto no podría ser así, si tuvieras las manos llenas.
Hay un filósofo que me encanta y que seguro has oído hablar de él. Su nombre es Friedrich Nietzsche.
Me acordé de él, porque tiene una frase que si bien se refiere al dolor, encaja muy bien con el tema de la pérdida.
Voy a parafrasearlo.
Él dice: el dolor (la pérdida) probablemente no te mejora como persona, pero sí te hace más profundo. Uno ya no vuelve igual desde un lugar así; se hace más preguntas y nos volvemos más cautelosos. Sin embargo esto no quiere decir que el amor por la vida ya no sea posible.
Simplemente se aprende a amar de otra manera.
Gracias por tu tiempo, viajero. Sé lo valioso que es.
Te escribe con cariño,
Aranza S. (@catarsisfilosofica)